Origen:
El
arte del bonsái se originó en China hace unos 2000
años, como objeto de culto para los monjes taoístas.
Para ellos era símbolo de eternidad, el árbol representaba
un puente entre lo divino y lo humano, el cielo y la tierra.
Durante
siglos la posesión y el cuidado de los bonsáis estuvo
ligado a los nobles y a las personas de la alta sociedad. Según
la tradición, aquellos que podían conservar un árbol
en maceta tenían asegurada la eternidad. Así fue
como los monjes disponían los árboles pequeños
en vasijas a lo largo de las escaleras de los templos y hasta
eran fuente de culto.
En
el sur de China, este arte consistía en transmitir todas
las características de un árbol desarrollado en
la naturaleza a un árbol pequeño cultivado en maceta.
Se buscaba reproducir estos árboles según los existentes
en las altas montañas por lo cual utilizaban sólo
especies que existían en los montes y que ya poseían
formas especiales en su intensa lucha contra las adversidades
climáticas.
Fue
llevado a Japón hace unos 800 años, donde se perfeccionó
y evolucionó al arte actual. Desafortunadamente, muchos
de los especímenes más antiguos desaparecieron durante
la segunda guerra mundial.
Un
bonsái no es una planta genéticamente empequeñecida.
Se mantiene pequeña dándole forma, podando el tronco,
las hojas y las raíces cada cierto tiempo, dependiendo
de la especie. Si se cultiva adecuadamente, sobrevivirá
el mismo tiempo que un árbol normal de la misma especie,
pero si lo hacemos de forma incorrecta, probablemente morirá.
En
general, cualquier especie arbórea o arbustiva puede ser
cultivada como bonsái, pero las más apreciadas por
los aficionados son aquellas que poseen las hojas pequeñas
de forma natural y además son resistentes al cultivo en
maceta, como por ejemplo, las especies de los géneros:
Acer (arce), Pinus (pino silvestre), Ulmus (olmo), Rhododendron
(azalea), Ficus (higuera), Olea (olivo), Juniperus (enebro), etc.
Cultivo:
Es
conveniente cultivarlos en el exterior durante todo el año.
En el caso de las especies tropicales y subtropicales, éstos
han de protegerse de las temperaturas bajas durante la época
más fría, protegiéndolos en un invernadero
frío muy bien iluminado. En todo caso, si se cultiva en
el interior de casa, debe estar lejos de fuentes de calor y junto
a una ventana muy luminosa, sin sol directo, sólo durante
la época fría del año (otoño/invierno).
Riego:
Se
ha de regar cuando la superficie de la tierra comienza a secarse
y en forma abundante, es decir, hasta que salga por el drenaje.
Esto suele suceder dependiendo de muchos factores (época
del año, clima de la zona, actividad del árbol,
situación, etc.) y, por tanto, el riego puede ser necesario
varias veces al día en verano o cada dos o tres días
en invierno.
Se
debe emplear una regadera de agujeros finos, para así aportar
más oxígeno, evitar degradar el sustrato y no alterar
su granulometría ni el drenaje del mismo. La primera vez,
se riega para humedecer la tierra por encima y una segunda vez
al cabo de unos minutos, a fondo, hasta que el agua salga por
los agujeros de drenaje de la maceta, evitando el encharcamiento
de la tierra.
La
mejor agua que se puede utilizar es la de lluvia, ya que es la
que absorben las raíces de los árboles en su estado
natural. Al utilizar agua de uso corriente se recomienda dejarla
reposar como mínimo 24 horas, ya que de este modo gran
parte del cloro y demás elementos químicos nocivos
quedan en el fondo del recipiente. También es recomendable
el uso de agua con un pH de 6,5.
La
pulverización de las hojas sólo debe emplearse cuando
se haya aplicado un tratamiento fungicida preventivo en primavera
y otro en otoño, de lo contrario aparecerán los
hongos, especialmente si el cultivo es en interior o invernadero.
Si la maceta está muy seca, o el agua no penetra bien en
el suelo, es conveniente sumergir la maceta en agua y dejarla
reposar unos minutos. No obstante, este sistema de riego sólo
se debe utilizar en caso de emergencia y nunca como un método
habitual de riego.
Abono:
El
más adecuado es el abono orgánico sólido
(hechos con harinas, de soja, de sangre o huesos). Hay que abonar
especialmente durante los períodos de crecimiento y formación
de yemas (primavera y otoño). Si se usa fertilizante químico
líquido se deberían seguir las instrucciones del
fabricante, ya que si se utiliza en exceso se pueden quemar las
raíces.
En
período de reposo vegetativo, es preciso dejar de abonar,
salvo que su cultivo sea en interior. No se deben abonar plantas
débiles o enfermas, ni durante los treinta días
posteriores a un trasplante o poda. Las plantas verdes necesitan
tres tipos de nutrientes esenciales para florecer: Nitrógeno,
Fósforo y Potasio.
Ingredientes
del suelo:
N:
Nitrógeno: El nitrógeno es responsable del desarrollo
de los brotes y del follaje, y en definitiva, del crecimiento.
Poco nitrógeno puede conducir al declive de la planta;
las hojas se vuelven pequeñas, deformes y con aspecto desvaído.
Si no hay nitrógeno en el sustrato, la planta morirá
en pocos meses. Demasiado nitrógeno, en cambio, podría
resultar en un crecimiento desmedido, con grandes hojas y brotes
hinchados de agua lo que, en consecuencia, los hará muy
quebradizos y delicados.
K: Potasio: Este elemento es el más importante para el
crecimiento de frutos y flores. Incrementar el aporte de potasio
en la dieta de los manzanos y las azaleas que tienen pocos frutos
o florecen pobremente, hará que aumenten su número
en la primavera siguiente. El potasio también ayuda a consolidar
el crecimiento lento para preparar la planta para el invierno.
Una insuficiencia de potasio en las especies que no florecen tiene
como consecuencia la muerte en el invierno.
P:
Fosforo: El fosforo es esencial para el desarrollo y buen funcionamiento
de las raíces. Se usa habitualmente en concentraciones
altas en plantas recién plantadas y planteles comerciales.
Además facilita el engrosamiento de los troncos y las ramas.
Ayuda a establecer las condiciones apropiadas para la producción
del follaje y de los brotes de flor. También mejora la
resistencia de las plantas al estrés y a las enfermedades.
Un crecimiento débil y el color pálido pueden ser
el resultado de un aporte excesivo, o incluso de carencia de fósforo.
Oligoelementos:
Conocidos también como macro y micronutrientes que resultan
esenciales para las plantas. Son hierro, zinc, cobre, boro, magnesio,
cloro, calcio, molibdeno, azufre y manganeso. Todos ellos contribuyen
a la salud general de los árboles y la falta de estos nutrientes
se refleja carencia de lustre en la apariencia y un desarrollo
lento. El follaje estará pálido y crecerá
débil. Entre ellos, el azufre, el magnesio y el calcio
son macronutrientes y se necesitan en mayores cantidades que los
otros, que son los llamados micronutrientes.
Poda:
Se
realizan de dos clases:
Poda
de mantenimiento: sirve para formar poco a poco el bonsái
y para acentuar las formas deseadas. Para hacerlo se podan las
ramitas cuando tienen 7 u 8 pares de hojas, cortando por encima
de los 2 ó 3 primeros pares de hojas. Se han de quitar
las hojas amarillas y los brotes del tronco.
Poda
drástica o de formación: consiste en podar drásticamente
para darle la forma deseada. La forma de poda más drástica
es la que se realiza a los ejemplares en escoba: cuando se quiere
crear este estilo se debe cortar el tronco con una navaja afilada
en bisel o cóncavamente para que las ramas que surjan lo
hagan desde el mismo punto. Y para que éstas crezcan hacia
arriba conviene rodear el corte con un cartón opaco que
sobresalga unos 5 cm para que las ramitas se dirijan hacia arriba
disimulando la cicatriz. La herida del corte se debe untar con
una pasta cicatrizante.
Trasplante:
Cuando
la tierra se haya agotado (cada 2 ó 3 años) es necesario
trasplantarlos, dependiendo de la especie y situación de
cada ejemplar. Se ha de recortar a la vez parte de las raíces
y podar las ramas en una proporción similar. En general,
suele hacerse al comienzo de la primavera, justo cuando las yemas
están hinchadas pero los brotes aún no han abierto,
cortando entre 1/3 y 2/3 de las raíces, aunque puede haber
casos en los que no sea necesario. Hay dos clases de raíces:
las de sostén y las de alimento. Se deben cotar las primeras.
Estas pueden reconocerse porque son largas y más gruesas.
Las de alimento son más finas y con pequeños filamentos
parecidos a cabellos. Estas no se deben cortar. Esta operación
es delicada y si no se está seguro de que el bonsái
sobreviva es mejor no podar las raíces o consultar con
un profesional. En cualquier caso, el volumen de raíces
que dejemos debe ser 1/3 superior al volumen de copa o parte aérea.
Musgo:
El
musgo es una parte decorativa opcional que aporta una textura
sedosa a la superficie del suelo, aunque también es útil
para mantener más la humedad en la tierra durante la época
seca.
No obstante, aunque el musgo resulta agradable visualmente, es
necesario que no cubra más del 50% de la superficie de
la maceta para que las raíces puedan respirar adecuadamente
y se pueda realizar un riego correcto observando la situación
en la que se encuentra la superficie de la tierra. En ningún
caso se debe cubrir parte del tronco.
|