–En
los últimos años se lo ha visto cerca de varias
fuerzas políticas y se lo ha criticado por eso. ¿Por
qué ahora se decidió por PRO?
–Si
la política tradicional quiere medirme con los parámetros
tradicionales, conmigo va mal. No lograrán encasillarme,
ni domesticarme. Tu pregunta se responde explicando brevemente
el proceso que transité en los últimos años.
Después de 2001, la idea fue nuclearnos en torno a la política
cívica, cuyo principio es ayudar al que gana, sea cual
fuere esa fuerza. Este principio no se comprendió porque
se lo confundió con la política partidaria Entonces,
si me veían en un acto de la Coalición o de PRO,
o de cualquier otro partido, decían: “A este cualquier
colectivo lo deja bien”. Ahora, bien...
–Disculpe,
pero desde ese punto de vista, ¿por qué no se lo
vio ayudando al kirchnerismo?.
–Cuando
ganó Cristina, fuimos a la Casa Rosada a ponernos a disposición.
Nos atendió (Florencio) Randazzo. Le llevamos dos propuestas.
La primera, relativa a los DNI –al margen, si yo fuera periodista
de investigación, me metería a investigar ese tema–,
pero no la aceptaron porque ya tenían la propia. La segunda,
era una iniciativa llamada “Soja por vida”. Se trataba
de construir caminos en las rutas, donde hay plantaciones de soja.
Me dijo entonces Randazzo: “No, porque ahí (en el
sector del campo), creo que se vienen algunos cambios”.
Claro, después vino nada menos que la 125.
–¿Y
por qué se sumó a PRO, y no a otra fuerza opositora?
–Aclaro
primero que, durante la etapa de la política cívica,
que arrancó en 2001, con la experiencia del Diálogo
Argentino, necesitamos construir en los últimos años
un movimiento de ciudadanos capaces de comprometerse. Es decir,
formar cuadros cívicos para que el pasaje a la política
partidaria no fuera un salto al vacío sino un paso lógico
en ese camino. Durante las últimas
tres elecciones no acepté cargos, debido a que faltaba
construir este proceso. Y ahora, la oferta de PRO justo coincidió
con nuestro crecimiento.
–Entonces,
se sumó al amarillo.
–No
voy a ser amarillo, y se los dije. Sumé mis colores al
amarillo. Sumé el Movimiento de los Ciudadanos al PRO.
–Es
curioso, usted define esta elección como la confrontación
de dos modelos de país. Los K tienen ese discurso, pero
no PRO.
–Y
bueno, no lo sé. Pero es lo que yo creo. Se confronta un
populismo que no logró convertir el crecimiento en desarrollo
y quienes queremos una república en donde funcionen las
reglas del juego y los controles de gestión para garantizar
la transparencia. Aquí se confronta un proyecto populista
que utiliza el asistencialismo para lograr el dominio territorial,
usando a los pobres, y un modelo de república que apunta
a respetar, ni más ni menos, que la Constitución.
–Hay
quien podría decirle que el populismo en América
latina permite mayores innovaciones en política y genera
modelos más progresistas.
–A
los hechos me remito: la economía del kirchnerismo, en
ocho años de gestión, no logró una distribución
más equitativa de la riqueza, a pesar de que se salteen
todos los tiempos que exige el juego democrático, en nombre
de esas políticas innovadoras. Mirá, si confrontamos
qué formula es mejor, si populismo o republicanismo, bueno,
es válido, estamos ante una discusión ideológica
interesante. Ahora, si el proyecto K es el saqueo, ya no hay ideología
sino demagogia, porque no hay nada más de derecha que robar
por izquierda. El general decía: “Mejor que decir
es hacer”. Pero el kirchnerismo cambió el eslogan
y dice: “Mejor que hacer, es robar”.
–¿Cómo
es debatir con Cabandié?.
–¿Con
Juan?
–Sí,
con su adversario político.
–Juan
no es mi adversario. Yo lo respeto por su historia, y es además
un emblema del kirchnerismo en la Ciudad. Es el único que
puede hablar porque Tomada tiene el tema Ferreyra y lo de la Bancaria.
Y en cuanto a Filmus, ya sabemos… No es el Amado.
–¿No
es el candidato preferido de Cristina, dice usted?
–Eso
está claro. En cuanto a tu pregunta sobre Juan, con él
no hay un debate. Juan repite ideas que le han transmitido, sin
querer profundizar en ellas, en su verdadero significado.
–¿Qué
dicen las autoridades de la comunidad judía ahora, con
esta postulación?
–¡Ah,
nunca nos hemos llevado mejor! Porque, por primera vez, coincidimos.
Ellos dicen: “Es un orgullo que un integrante de la comunidad
se postule, siempre que no lo haga en representación de
la colectividad”. Y yo estoy totalmente de acuerdo: me postulo
como un ciudadano común.
–¿Y
por qué quería usar el término “rabino”
en la boleta, entonces?
–No,
yo nunca quise eso. Esa fue idea del Comité Electoral de
PRO. Yo prefiero prescindir de títulos.
–La
última, rabino. ¿Se postularía para jefe
porteño?
–Voy
a llegar lo más lejos que pueda con el fin que te comentaba
antes; estar al servicio de transformar la democracia en una república,
donde, al menos por una vez, se cumpla con la Constitución.
Pero, por ahora, soy un simple aprendiz del oficio.
Fuente:
Noticias urbanas.